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MEDIA MARATON BÉLMEZ – ESPIEL, 27 MARZO 2011


Hoy toca hablar un poco del único test medio serio antes de la Maratón de Madrid. Se trata de la Media MaratónLa Rompepiernas’ que este año se realizaba en el sentido de Bélmez hacia Espiel. La verdad es que tuvieron lugar bastantes anécdotas, que os paso a relatar.

Los dorsales los sacamos en su día con la suficiente antelación  ya que se suelen agotar con rapidez. Esta tarea se la encomendé a Pablo ya que me encontraba en Sevilla en un curso. Para verificar la inscripción en la web de la carrera, al mirar la lista de inscritos nos hizo gracia el nombre que le pusieron al club: ‘Los Trotanoches de GUADALIX’ (la primera). Parece que dimos con un aficionado a Gran Hermano.

Con todo preparado y pegándonos el madrugón el domingo, con cambio de hora incluida, a las 07.00 partimos hacia Espiel ya que a las 08.00 había tres autocares que desde allí nos llevarían a Bélmez, donde tendría lugar la salida. Dado que este año se amplió el cupo a 400 participantes, más valía llegar pronto que jugárnosla en la segunda tanda de autocares que saldrían a las 09.00.


Después de este traslado llegamos a Bélmez sobre las 08.40. Como quiera que habían montado el arco de salida, el autocar no cogía por él (la segunda) y nos tuvimos que bajar unos metros antes del destino. Lo típico, paseito por los aledaños, foto de recuerdo para que se vean los nuevos chandals y comenzamos a saludar a gente conocida: Luis el triatleta, Francisco Sánchez,…

Nos cambiamos en el polideportivo municipal y calentamos un poco, ya hay bastante más gente. Hace rasquilla, aunque vendrá bien para la carrera y hay alguna que otra nube pero en general el día es bastante bueno. Seguimos trotando otro ratillo y bromeando al mismo tiempo.  Aunque sabemos que  vamos a sufrir, el ambiente previo es bastante distendido, que es una de las grandezas de estos días.

Nos acercamos a la línea de salida y logramos ocupar una posición buena. El juez de la carrera, de la Real Federación Andaluza de Atletismo, se dispone a dar el pistoletazo de salida y ¿qué pasa?. La pistola no suena (la tercera). Tras una serie de ajustes, todos de nuevo preparados y el juez aprieta de nuevo el gatillo y tampoco suena. Así hasta cuatro veces. Deberían haber descalificado al juez porque, nunca mejor dicho, hizo varias salidas nulas. Ya a la quinta avisó que la salida se haría de viva voz y así nos pusimos en marcha.

Salimos bastante rapiditos aprovechando los primeros kilómetros donde el perfil es favorable. El primer kilómetro a 3’59’’. El segundo 4’06’’. Luego ya decrementamos el ritmo conscientes del sube y baja continuo que tendremos que ir afrontando. Tras estos kilómetros más rápidos nos adelantan algunos y vamos tomando la posición que más o menos nos corresponde en carrera. En todo caso, estamos siempre marcando parciales por debajo del 4’30’’ el kilómetro. De momento cumpliendo el objetivo de estar sobre la 1h35’, que es la marca que hicimos el año pasado (aunque fue en el sentido inverso).



Antes de que se olvide, querría resaltar el comportamiento de los voluntarios de todos los avituallamientos. ¡Qué chavales y chavalas más apañados! No sólo facilitándonos el agua, sino que animándonos también. No cambiéis, no es la idea de la juventud que tenemos hoy en día.

Formamos un trío compuesto por Luis, Pablo y el que escribe y vamos juntos hasta el km.8, en el que Luis impone un ritmo más exigente y comienza a separarse un poco. Sobre el kilómetro 10, pasamos el cruce hacia Villanueva del Rey y como todos los años, hay bastante gente en la carretera. Al pasar Pablo y yo solos por allí somos el centro de las ovaciones y de los ánimos. La piel de gallina y un suministro de energía adicional.

Me voy sintiendo cada vez mejor (dentro de la fatiga, claro está) y en una de las subidas que hay sobre el km. 12 o 13, noto a Pablo con la respiración un poco forzada. Aflojo un pelín, se da cuenta del tema y me exhorta para que tire hacia delante y siga con mi carrera. Palabras textuales: “Estás fuerte cabrón. Tira para adelante. No me esperes, que yo llego fijo”. Tras unos metros dudando y cuando de nuevo me lo repite, le hago caso y acelero el ritmo un pelín en una bajada.

Mantengo el ritmo un poco más exigente un par de kilómetros (ya vamos por el 15-16) y me voy acercando a un grupo de seis o siete que poco a poco se va disgregando. Un vecino de Pablo, que está haciendo la prueba en bici de montaña, me ve y me da ánimos e imdica que intente coger al grupo, que ése es el bueno. Me comenta que voy muy bien y que tengo un correr muy fácil. ¿Fácil? ¡Si tuviera fuerzas para contarte como voy!.

En el transcurso de los minutos siguientes, alcanzo a un chaval sevillano (creo) y mantengo una conversación con él que viene bien ya que llevaba un ratillo sólo. Noto que puedo ir un pelín más rápido y le comento que voy a intentarlo, nos despedimos y acelero con precaución ya que los tres kilómetros últimos son los peores.

Tal es así que menos mal que en el km. 18 tras un cuestón considerable veo un avituallamiento del que no tenía constancia y me echo agua por encima de la cabeza que la debía tener tan caliente como algunos de los reactores nucleares de la famosa central de Japón. La parte de la carrera que queda la hago más con el corazón que con otra parte del cuerpo ya que soy consciente de que mejoraré el 1h35’ si no lo cago y teniendo como referencia a alguno de los integrantes de ese grupo que me dijeron que el bueno para mí.


Así pues, afronto el peor tramo de la carrera que es una cuesta continuada de alrededor de un kilómetro (entre el 19  y 20). Me encorvo y tiro de riñones viendo la llegada a lo lejos, a la vez que empiezo a notar hormigueo por la las manos y los labios. Pasando este mal trago como puedo y algo menos crispado intento alcanzar a un miembro del club de Los Califas con el que compartimos los primeros kilómetros e hicimos algunas gracias y que llevo un buen rato viéndole pero sin conseguir dar alcance. Aprieto, me acerco viendo el arco de publicidad y supongo que alertado por  mi respiración agitada se percata de mi presencia. Nos ponemos a la misma altura y dado el ambiente en meta, me vuelvo loco y nos enzarzamos en un sprint. Aquello parecía la final de los 100 metros lisos y la gente gritando y guirrada. Apretando como nunca consigo pasar el arco por delante de éste y me paro. De repente, veo a la que gente que me señala hacia abajo. ¡El arco era el de los 21 km! La meta está allí abajo (la cuarta). De nuevo, ante la gran cagada cometida, lanzo otro sprint hasta entrar en la meta. Entro por delante del mismo, creo que a mi compañero de final de carrera se ha confundido como yo.

En fin, me vuelvo y le saludo, el pique ha sido algo inconsciente y más  motivado por la presencia de la gente que por cualquier otra razón. Miro el tiempo: 1h31’48’’. Para mi, un gran tiempo (en mi casa por la tarde veo que me he quedado el 39 en la general   de 400 y el 7º de mi categoría. ¡Qué gran recompensa!. Creo que voy a poner en un marco la clasificación junto a las listas de este año cuando aprobé las oposiciones). En la meta saludo a Luis que ha llegado 54 segundos antes que y yo y Pablo hace su aparición con 1h35’00 (con sesión de gimnasio incluida el día de antes). Nos felicitamos todos y recogemos los premios, que este año consisten en un anorak de la marca Luanvi y un camiseta técnica de la casa INTERSPORT. Nos los ponemos porque estamos sudando una barbaridad. Es lo bueno de esta prueba, que como todos los años reparte entre todos los participantes parte del dinero destinado a la misma en lugar de dar premios en metálico a los primeros.


Nos tomamos unas cervezas y bocatas que la organización pone a nuestra disposición y tras un rato de charla contando nuestras impresiones y  sensaciones en la carrera, de vuelta para Córdoba.


Un saludo y pasadlo bien este fin de semana.

Ya no escribo hasta Madrid, no os doy más el coñazo.


      Tony

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